viernes, 20 de diciembre de 2019

2.3 EL DESARROLLO DE LA CRISIS

Cuatro errores de transcripción
Faltan las imágenes y los textos de apoyo
Nota: 5

Así pues, la desregulación de la economía y el mantenimiento de un crédito barato facilitaron la posibilidad de un endeudamiento creciente, impulsado además por las expectativas de un aumento del precio de las viviendas y de los beneficios financieros. Cuando estas expectativas se frenaron por la subida del precio del dinero, aparecieron las primeras dificultades para devolver los préstamos y el mecanismo se colapsó.

El desarrollo de la crisis se manifestó en tres etapas:
  • Verano de 2007. Inicio de la crisis financiera en Estados Unidos a causa de los problemas de las hipotecas subprime. La primera etapa comenzó con la quiebra de algunas financieras dedicadas al crédito hipotecario, especialmente las que se habían centrado en las hipotecas subprime. (Doc 13) El temor provocado por la difusión de este producto contagió al resto de las empresas financieras, lo que originó una grave una grave caída de la Bolsa a principios de 2008. Las quiebras siguieron y la Reserva Federal intervino para rescatar algunos bancos. Todo ello paralizó el crédito.
  • Mediados de 2008. Esta segunda etapa se desarrolló a lo largo de 2008. A mediados de año el Gobierno de Estados Unidos rescató dos grandes empresas hipotecarias; pero no hizo lo mismo cuando otro gran banco de inversiones -Lehman Brothers- quebró. El pánico financieros se generalizó. La quiebra de Lehman Brothers extendió la crisis a todo el sector financiero internacional. Las dudas sobre el sistema financiero paralizaron el crédito en todo el mundo. En Europa algunos bancos quebraron también, otros nacionalizados. La crisis se extendió a todos los sectores.
  • Finales de 2009. La tercera etapa se plasmó en la crisis de la deuda europea. Los Gobiernos europeos habían gastado mucho en los rescates de sus sistemas financieros o en programas para reactivar la economía, todo lo cual había aumentando su endeudamiento. La deuda privada de algunos países, como Grecia, Irlanda o España,también había aumentado notablemente. La cuantía de las deudas se consideró un grave problema para la fiabilidad de la moneda europea.
A partir de 2010 se planteó la posibilidad de que algunos países quebrasen al no poder pagar su deuda pública. La UE estableció planes de rescate para ellos imponiendo, a cambio, severos programas de ajuste fiscal y de austeridad económica. Se inició así una cadena de rescates; Grecia e Irlanda en 2010, Portugal en 2011 y Chipre en 2013. En otros casos se ayudó al rescate parcial del sistema financiero del país, como fue el caso de España en 2012, también previa aceptación de planes de reducción del déficit público.

Pero la elevada deuda no es la única causa de la actual crisis económica europea. Las características de la zona euro han favorecido los problemas. Los países que adoptaron la moneda formaron una unión monetaria pero no constituyeron una unión fiscal ni política, por lo que cada país aplica unas políticas distintas en materia de impuestos y gasto público. Estos desequilibrios fiscales quedaron en evidencia cuando el dinero barato dejó de afluir, mostrando la debilidad de una moneda que podía desaparecer si muchos de los países que la utilizan quebrasen.

La crisis de Europa agudizó los problemas del sistema financiero internacional y tuvo repercusiones de carácter mundial. La duración y la profundidad de esta crisis ha hecho que se utilice el término Gran Recesión para referirse a ella.



2.4 POLÍTICAS ECONÓMICAS Y CONSECUENCIAS DE LA CRISIS
En un primer momento los Estados intentaron frenar la crisis financiera mediante la nacionalización y el rescate de los bancos en apuros. Todo ello se realizó con dinero público y tanto la Reserva Federal estadounidense como el Banco Central Europeo inyectaron a los bancos enormes sumas de capital. Esta ayuda sirvió para evitar el hundimiento del sistema financiero y, en Europa, para evitar una crisis de euro.

Después de esta etapa en las que las actuaciones fueron similares, las políticas económicas de Estados Unidos y Europa divergieron.
  • El Gobierno de Estado Unidos optó por aumentar el gasto público y la base monetaria para incentivar la demanda y lograr un mayor crecimiento -medida típicamente keynesiana-, pese a la inflación y el aumento de la deuda que pudiera suponer. Así, el Gobierno de Obama lanzó programas de estímulo por valor de más de un billón de dólares entre 2008 y 2012.
  • La Unión Europea optó por la política contraria, apostando por la reducción del déficit público, opción impulsada por la canciller alemana Angela Merkel. Aplicó para ello programas de austeridad que comportaban una disminución del gasto público. Esta reducción del déficit provocó un descenso de la demanda que a su vez frenó el crecimiento económico. Al mismo tiempo se inventó lograr la recuperación mejorando la competitividad mediante una reducción de los costes de producción, especialmente de los salarios.
Las consecuencias de la crisis han variado según las zonas. Las economías emergentes y en vías de desarrollo aguantaron mejor, pues la principal repercusión fue la caída de sus exportaciones, lo que no frenó ostensiblemente su crecimiento.

En las sociedades estadounidense y, sobre todo, europeas las consecuencias de la crisis han sido más graves: quiebra de empresas, aumento del paro, pérdida de la vivienda, etc. En la UE las políticas de ajuste y el recorte de servicios públicos han creado una mayor desigualdad; el crecimiento de la pobreza y de la exclusión social han revivido situaciones de miseria que se creían desaparecidas de la Europa desarrollada. Las protestas sociales, más o menos violentas, han surgido en todos los países.

 La grave situación económica ha llevado a un cuestionamiento del Estado de bienestar en muchos países europeos. La desaparición o privatización de los servicios públicos se ha sumado a los efectos socioeconómicos de la crisis para crear un fuerte malestar con la forma de gobernanza* en los Estados más afectados.  

*Gobernanza: Concepto político de uso creciente que designa la manera en la que el Estado actúa para lograr una gestión eficaz, participativa y equilibrada, destinada a conseguir un desarrollo económico, social e institucional duradero en el contexto de la globalización. A veces es equivalente al concepto de "buen gobierno".

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